1.11.09

Los actuales protocolos turco-armenios

Vahakn Dadrián
 Traducción de Vartán Matiossián

Hay tres elementos que llaman la atención en la nueva iniciativa turca:
1. El protocolo que establece relaciones diplomáticas estipula "compromiso... por los principios de... integridad territorial e inviolabilidad de fronteras". También requiere "el reconocimiento mutuo de la frontera existente entre ambos países como está definida por los tratados relevantes del derecho internacional". En otras palabras, la estipulación está basada en la última parte del párrafo, cuya base es una interpretación mal construida, si no defectuosa, de una definición de lo que llama "tratados relevantes del derecho internacional".
El hecho es, sin embargo, que el "derecho internacional" fue seriamente afectado por la firma de estos "tratados relevantes". Aqui están involucrados: 1) el tratado de Moscú, firmado en Moscú el 16 de marzo de 1921 entre la RSFSR (República Federativa Socialista Soviética Rusa) por un lado y Turquía (kemalista) por el otro. El otro, núm. 2, el tratado de Kars, fue firmado unos siete meses después, es decir, el 13 de octubre de 1921, entre Turquía (kemalista) por un lado y las tres repúblicas soviéticas de Armenia, Georgia y Azerbaiján por el otro, con la participación de la RSFSR. El hecho cardinal es que la Turquía kemalista de Ankara, la firmante de estos tratados mellizos, en ese momento no era un gobierno legítimo en funciones; por el contrario, era un cuerpo gubernativo rebelde e improvisado en competencia con un gobierno entonces en funcionamiento legítimo en Estambul, la capital oficial del Imperio, y dirigido por un sultán legítimo.
Coherente con este hecho, en una serie de decisiones de gobierno y de corte marcial, esta autoridad legítima publicó una sentencia de muerte contra Mustafá Kemal el 24 de mayo de 1920 (Takyimi Vekay-i núm. 3864) y, doce días después, el 6 de junio de 1920, seis de los seguidores de este último, incluido Ismet (Inonu), fueron igualmente sometidos a corte marcial en ausencia y condenados a muerte. Si el gobierno del sultán era popular o no, o sus políticas eran consideradas prudentes o sabias en el momento, son temas irrelevantes aquí. Lo que es fundamental e irrebatible, sin embargo, es el hecho de que el sultán era entonces la única autoridad legítima y supraordenada del Imperio Otomano, en contraste con el carácter rebelde del gobierno kemalista. En consecuencia, cualquier acuerdo, convención o tratado firmado con un gobierno tal es ilegítimo bajo el derecho internacional, por lo tanto inválido.
Así, desde el punto de vista del "derecho internacional", los tratados de Moscú y Kars están desprovistos de legalidad y pueden, por lo tanto, no tratarse como instrumentos legítimos de negociación. Más aún, el tratado de Moscú es adicionalmente ilegítimo en cualquier estándar del derecho internacional, por la razón de que la RSFSR (Rusia Soviética) no había sido entonces reconocida por ninguna nación-estado, y tenían entonces casi el mismo status que el régimen revolucionario y rebelde kemalista. (Sólo en 1922 Alemania, como primer nación-estado, concedió reconocimiento de jure de la Unión Soviética en Rapallo). Como si estas deficiencias legales fueran poco, Armenia Soviética, por insistencia de los representantes del gobierno de Ankara, fue excluida de las negociaciones de Moscú que culminaron en el tratado de Moscú el 16 de marzo de 1921; estos representantes turcos habían objetado férreamente la inclusión de cualquier representante armenio en estas negociaciones. La falta de evidencia de la participación armenia es uno de los elementos más destacados en los protocolos de este tratado. Debe notarse en este respecto que uno de los tres delegados turcos, quien prevaleción en Moscú en el borrador final de este tratado, fue el coronel (luego mayor general en la república turca) Sevket Seyfi (Duzgoreu).
Uno de los principales organizadores del Genocidio Armenio, Seyfi se distinguió en la tarea de reclutamiento, movilización y despliegue en las provincias de las bandas asesinas de la Organización Especial, en su mayoría criminales convictos especialmente seleccionados y liberados de las prisiones del Imperio para esta labor; ellos desempeñaron un rol importante en la implementación del esquema genocida. En cuanto al posterior tratado de Kars, fueron nuevamente los líderes de la RSFSR quienes asumieron la responsabilidad de prevalecer sobre las tres repúblicas soviéticas de Transcaucasia para acomodar a los turcos, a pesar de algunos débiles esfuerzos de oposición. Ese tratado, en efecto, se materializó como una extensión y reconfirmación del precedente tratado de Moscú, merced a las presiones de los bolcheviques dominantes. Es doloroso señalar una vez más la conducta bastante traicionera de un cierto Budu Mdivani, un georgiano, quien sirvió como mediador comunista entre los militarmente derrotados armenios, quienes le habían dado la bienvenida, y los arrogantes y victoriosos turcos. En vez de servir a los intereses de sus amos rusos en Moscú, secretamente trató de entrar en colusión con los turcos urgiendo a Kazim Karabekir, su comandante militar, a no conformarse con el río Arax como nueva frontera entre Armenia y Turquía, sino adentrarse en Armenia más allá de ese río (Kazim Karabekir, Istikal Harbimiz, edición de 1969, Estambul, Turkiye Publishers, p. 952).
2. El protocolo núm. 2 que trata del tema "Desarrollo de relaciones entre Armenia y Turquía" comienza seductoramente como item núm. 1 con una promesa de "abrir la frontera común en dos meses después de la puesta en vigencia de este protocolo". Luego, en los items núm. 2 y núm. 3 vienen los dos problemas más críticos que impiden que el conjunto del pueblo armenio considere la reconciliación. A través de ellos, los herederos no arrepentidos del Gran Crimen de 1915 buscan una vez más allanar el problema central a través de lenguaje indirecto y encubierto, y el recurso a técnicas de atracción y seducción. El gobierno armenio debería declarar inequívocamente, si no enfáticamente, que no hay nada para "examinar científicamente" con respecto al problema que encubierta pero alegóricamente se llama "los registros históricos'. Estos "registros" fueron sometidos a investigación criminal por un tribunal militar turco en la Turquía prekemalista de posguerra, entre 1919 y 1921. Basado sobre un vasto cuerpo de documentos turcos oficiales de tiempos de guerra, autenticados, este tribunal demostró que estos "registros" no eran sino un depósito de evidencia irrefutable de un crimen gigantesco, un asesinato en masa centralmente organizado y ejecutado contra el conjunto de los propios ciudadanos armenios del Imperio Otomano. El documento de cargos, la acusación clave, repleta de material documental específico que constituyó la evidencia fundamental del tribunal convierte la serie resultante de veredictos en evidencia irrevocable de la escala generalizada del exterminio de tiempos de guerra. Los fiscales eran turcos, los jueces eran turcos e igualmente, si no más importante, la mayoría de los testigos eran turcos, incluyendo los oficiales militares de alto rango. De la misma manera, el proceso de corte marcial se basó en las leyes penales domésticas del Imperio Otomano.
Alguien pensaría que un gobierno impulsado por un sentido de justicia, sobre todo, tomaría estos procesos judiciales en su búsqueda de verdad y justicia. Pero, significativamente, no sólo reina el silencio sobre ellos, sino silencio completo sobre la desaparición de los registros judiciales correspondientes después de la captura de Estambul por los kemalistas en el otoño de 1922. La propuesta de alistar comisiones para "estudiar" el problema y "formular recomendaciones" tiene todos los elementos pérfidos de dilatación a propósito, de truco para inyectar incertidumbre, ambivalencia y sobre todo presión para, en última instancia, un compromiso. Vemos aquí el uso de estándares de una cultura de "toma y daca" que frecuentemente determina el resultado de tales "comisiones" y "subcomisiones", presuntamente compuestas por personas conocedoras del idioma otomano. Quizás el aspecto más inusual y, por lo tanto, en un sentido, grotesco de todo este protocolo, un resultado de la posición oficial turca de décadas, es la idea de que los turcos, identificados con el campo perpetrador, se pondrían frente a frente con quienes representan a la población víctima y negociarían como iguales. Bajo este antojo de mero juego de poder se halla el hecho de que Turquía, oficial u oficiosamente, continúa comprometida de manera irrevocable con una postura de negación en lo que se refería al elemento central del crimen, es decir, un asesinato en masa patrocinado y organizado por el estado en contra de sus ciudadanos armenios. Por supuesto, los artículos 300, 309, pero especialmente 301 del actual Código Penal de Turquía continuarán, mientras se hallen en efecto, legitimando e incluso exaltando esta postura.
3. Dados los antecedentes de los políticos turcos, herederos de una tradición otomana establecidad y secular, es difícil resistir la tentación de etiquetar la entera iniciativa como una inteligente estratagema para atraer al gobierno de Armenia a una trampa. No sólo hay un esquema de prolongación del tráfico diplomático en una atmósfera de incertidumbre continua en lo que se refiere al resultado final (Abdul Hamid utilizó hábilmente está táctica al confrontar a las potencias europeas que lo presionaban para que implementara las llamadas "reformas armenias"; en turco se conoce como Ovalamak), sino un objetivo subyacente de arrebatar inmediatamente una concesión largamente acariciada: el reconocimiento formal de las fronteras existentes entre Armenia y Turquía. Segundo, está el interés persistente de Turquía de ingresar a la Unión Europea. Turquía necesita preservar la fachada apropiada de conciliatoriedad que se espera de un candidato digno de convertirse en parte integral de una Europa civilizada. Cuando están reforzadas por la posesión de activos estratégicos significativos y la palanca de un poder militar importante, sin embargo, tales fachadas pueden ser muy funcionales.
La situación se vuelve aún más enigmática, si no directamente engañosa, cuando se toman en cuenta las actuales relaciones entre las repúblicas de Turquía y Azerbaiján. Conociendo la intensidad de la frustración, si no furia, de esta última con respecto a Armenia, y la dependencia significativa de Turquía con respecto al petróleo azerí, sin hablar de otros lazos de parentesco, ¿podemos creer que la república de Turquía está seria y honestamente preparada para cimentar nuevos lazos con Armenia que por definición están destinados a causar una hemorragia en sus relaciones con Azerbaiján?
Aunque Armenia está y, en el futuro previsible, permanecerá más o menos aislada, y en algunos respectos, incluso, en inferioridad económica, existe algo conocido como principio de prioridades nacionales esenciales y, consecuentemente, la necesidad permanente de circunspección y vigilancia exigente.
"The Armenian Mirror-Spectator" (23 de octubre de 2009).

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