11.2.11

Gomidás y Kochar: la música y la imagen del espíritu invicto

En octubre del año pasado se cumplieron 75 años del fallecimiento del Padre Gomidás (1869-1935), conocido con justicia como el Padre de la Música Armenia. Este artículo traza un paralelo con otro artista, algunas de cuyas obras son popularmente célebres, como ser las estatuas de David de Sasún (1959) y de Vartán Mamigonián (1976) en Ereván: el pintor Yervand Kochar (1899-1979). Kochar vivió entre 1922 y 1936 en París, donde fue un nombre destacado de la vanguardia junto con Picasso, Braque, de Chirico y otros. Retornó a Armenia cuando comenzaban las purgas stalinianas, de las que también fue víctima: atacado en la prensa por presuntas “actividades soviéticas” en 1938, fue encarcelado entre 1941 y 1943 y liberado por la intercesión de su ex compañero del Colegio Nersesián de Tiflís, Anastás Mikoyán. El autor del artículo, publicado en el semanario "The Armenian Weekly" de Boston, es su nieto, el cineasta Yervand Kochar, quien reside en Nueva York y Los Angeles, y actualmente está produciendo una película sobre el Genocidio Armenio.
Muy pocas obras de arte comunican el espíritu armenio –su fuerza y profundad, su continuo dolor e inexplicablemente persistente esperanza—en el grado que lo hacen la música del Padre Gomidás y el arte de Iervand Kochar.
Gomidás y Kochar son, respectivamente, los colosos musical e imaginativo de la psiquis cultural armenia. A través de sus vidas trágicas y de su art magnífico, estos artistas manifestaron el espíritu invicto del pueblo armenio y echaron una luz preciosa sobre el misterio de la perseverancia humana contra la oscuridad y la violencia opresivas.
Las vidas, tanto como el arte de Gomidás y Kochar son mapas de navegación de la experiencia armenia, una alquimia sublime de transformar un material de base, las circunstancias brutales, en un oro de ascensión espiritual.
Gomidás fue víctima y testigo del Genocidio Armenio, una experiencia que eventualmente lo conduciría a un rincón oscuro de insania y abreviaría la expresión creativa de uno de los compositores más singulares y originales del mundo.
Kochar –un visionario que conquistó el París artístico de la década de 1930 a través de su estilo de “pintura en espacio” y quien dejó asombrados a sus admiradores, como Picasso-, acabaría en las celdas de las cárceles del demoníaco régimen de Stalin, prohibido de expresarse enteramente e impedido de pintar.
Aún así, a pesar de sus vidas torturadas, la música de Gomidás y el arte de Kochar se han convertido en piedras basales del gran edificio cultural de Armenia y su voluntar de superviviencia. Componer e interpretar para Gomidás, pintar y esculpir para Kochar no eran meros actos de expresión creativa. Su labor tenía un tremendo significado para el desarrollo y fortalecimiento de la identidad armenia y sucedió a pesar de las circunstancias, más que como su resultado.
Gomidás, un monje cristiano en Turquía otomana, identificó exitosamente y liberó un sonido distintivo armenio de la cacofonía de influencias y tradiciones musicales predominantes en la región. La falta de Estado armenio y de expresión nacional hizo aún más difícil la tarea de Gomidás y más importante su éxito. Al ser ciudadanos cristianos de segunda clase en dominios mayoritariamente islámicos, los músicos armenios tenían libertad oficial y creativa muy escasa para expresar e identificar un sonido armenio puro. La voluntad de preservar la energía espiritual cristiana de la música armenia era una peligrosa declaración política.
En una manera, el significado de Gomidás para la nacionalidad armenia fue tan fundamental como la creación del alfabeto armenio por Mesrop Mashtóts en el siglo IV[i]. La creación del alfabeto armenio garantizó la preservación de la cultura armenia y su identidad cristiana contra los intentos coordinados de asimilarla en la matriz mayor de los imperios persa y bizantino, lo que resultaría en su inevitable conversión y destrucción. En palabra de Heidegger, “la lengua se convirtió en la morada de nuestro ser”, o mejor dicho, nuestra lengua, música y arte se convirtieron en un castillo inexpugnable de nuestro ser, garantías de inmunidad contra la conquista y conversión forzosa o gradual.
La idea de que, siglos después, una similar tarea monumental de importancia salvadora se colocaría nuevamente sobre los hombros de un monje aparentemente débil y frágil como Gomidás es un testimonio del hábito divino de operar de maneras altamente misteriosas.
De manera similar, un candidato improbable, Kochar, un hombre deshecho al borde del suicidio, sería extrañamente elegido para crear un símbolo del espíritu armenio (la estatua de David de Sasún) bajo la presión y obstáculo de otro régimen hostil y bárbaro: el comunismo soviético. El régimen encarceló y trató de exterminar a Kochar asignándole la misión suicida de crear un símbolo nacional en un tiempo cuando un atisbo siquiera de identidad nacional significaba muerte y exilio.
El secreto del éxito de Gomidás y Kochar en la creación de valores nacionales duraderos y poderosos radicó en su habilidad para utilizar el reservorio universal de conocimiento y cultura. La música de Gomidás se distingue como armenia, pero el río vital que la alimenta es el mismo río que alimentó la música de Beethoven. El David de Sasún de Kochar es el poder condensado de Armenia, pero es también una extensión del mismo poder que dio origen al David de Miguel Angel.
Gomidás y Kochar fueron verdaderos artistas armenios precisamente por su universidad e inclusividad. Gomidás estudió música en Berlín entre 1896 y 1899 y absorbió las tradiciones musicales occidentales y especialmente alemanas, tal como Kochar estudió y creó su arte en el París de los años 1930, influido, influyendo y exhibiendo con maestros como Picasso, Miró, Picabia y Chagall.
Ambos artistas fueron altamente reconocidos por sus grandes contemporáneos y estaban llamados a ser voces líderes de la cultura mundial. El hecho de que las vidas y las carreras de ambos artistas fueron desencarriladas por la tragedia colectiva y el sufrimiento de su nación no disminuye de manera alguna el verdadero valor y significación de su arte.
Por la Providencia de la historia, años después de la muerte de Gomidás en un asilo mental en París, se encomendó a Kochar –a quien se le prohibió volver a París—la creación de una estatua de Gomidás en Echmiadzín, la iglesia-ciudad que había encomendado la obra de Gomidás en el pasado.
Hoy, la estatua de Gomitás se yergue en vigilia en la plaza principal de Echmiadzín.
Puede suponerse que Kochar, quien se identificaba fácilmente con el sufrimiento inhumano y la desesperación de Gomidás, representaría al gran compositor como una víctima de la violencia de la historia, un hombre enloquecido por el horror del genocidio vivenciado.
No obstante, el Gomidás de Kochar es sereno y compuesto; emana paz, autoridad y poder silencioso. El Gomidás de Kochar no es una víctima, sino un ganador, como lo fue Gomidás en us obra, como Kochar lo fue a través de su espíritu invicto, como lo es y siempre será la nación que ellos representaron, siempre negándose a entregarse, perecer, o dejar de luchar por la grandeza.
Yervand Kochar
“Sardarabad” (12 de enero de 2011)

Traducción del inglés de Vartán Matiossián







[i]La creación del alfabeto armenio se fecha habitualmente a principios del siglo V (N. del T.).

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