18.8.11

Los armenios de Vaspurakán en América del Sur


Simón Vratzián
Traducción y notas de Vartán Matiossián
 
Este breve pero interesante artículo sobre la presencia de los nativos de Vaspurakán (región de Van y alrededores) en América del Sur, particularmente en Argentina, fue escrito por el último primer ministro de la primera República de Armenia, Simón Vratzián, y publicado en 1942 en Boston en un volumen titulado «Վասպուրականը եւ իր տարագիր զաւակները» (“Vaspurakán y sus hijos exiliados”), que incluía como apéndice una lista de todos los vaspurakantsí de Buenos Aires con su edad y domicilio. Vratzián visitó Buenos Aires por primera vez en 1936 y a pesar de contar con información de primera mano, su texto no carece de imprecisiones, algunas de los cuales hemos señalado en nota. Hemos excluido un párrafo sin vinculación con el tema central del artículo. Las fechas entre corchetes han sido agregadas para mayor claridad.
Los armenios de Vaspurakán fueron relativamente más afortunados. Tuvieron el menor número de víctimas de la catástrofe general armenia y permanecieron mayoritariamente en Armenia.
Y sin embargo no son pocos los vaspurakantsí que se entregaron al destino amargo del exiliado. Donde hay una comunidad, allí hay cierto número de hijos de Vaspurakán, que con su espíritu de empresa y sus particularidades ocupan un lugar relevante en la vida armenia.
Hay un puñado de vaspurakantsí entre los aproximadamente 30.000 armenios de Sudamérica, en número contado en Brasil, Uruguay y las ciudades del interior argentino, y mayormente en Buenos Aires.
¿Cuántos son? ¿Quién puede decirlo? ¿Qué sabemos del número total de armenios fuera de Armenia para que podamos decir algo sobre los vaspurakantsí? De todas maneras, el total para Sudamérica alcanza a unos cuantos centenares, no más de 300 a 400, la mayor parte de los cuales reside en la capital argentina.
La comunidad armenia de Sudamérica es una de las más jóvenes y, quizás, una de las más afortunadas, formada, principalmente, después de la caída de Esmirna y de Constantinopla y de la evacuación de Cilicia [1922], en su mayoría por cilicianos. Con anterioridad había pocos armenios en Sudamérica y los vaspurakantsí se contaban con los dedos de la mano. Muchos entre ellos emigraron tras la sovietización de Armenia [1920], en particular vía Constantinopla y Persia.
Entre los viejos emigrantes de Vaspurakán una de las figuras particularmente interesantes es Hovhannés Benneyán, conocido localmente como Don Juan Benne (1). La vida de esta persona es una novela de aventuras, merecedora de que una pluma habilidosa la escribiera.
Hovhannés Benneyán era de Van. Había sido alumno de Jrimián y de Portugalián (2). En 1896 abandonó su solar natal, pasó al Cáucaso y, tras breves errabundeos por Rusia, apareció en Sudamérica, en Chile (3). Aquí la fortuna le sonríe y acumula una gran riqueza, se convierte en propietario de inmuebles por valor de decenas de millones en la capital chilena y, ya como Don Juan Benne, se casa con una señorita chilena.
Sin embargo, Don Juan sigue manteniendo inalterado su espíritu vanetsí. Mientras los millones se acumulan, la nostalgia y la pena por la patria siguen en aumento. Un armenio solitario a decenas de miles de millas lejos, en el extranjero, vive por su Van y su armenidad. Un día pone un aviso en los diarios chilenos: “Le daré 100 pesos a quien me traiga a un armenio”. Rápidamente se apersona alguien, habla en armenio y le exige los 100 pesos. “Estuve a punto de volverme loco --decía Don Juan--, pasé todo el día con él, lo agasajé y hablé en armenio, satisfice mi nostalgia pero en última instancia se develó que el hombre... era asirio”.
Al final, lo que la suerte trae la suerte se lo lleva. Don Juan pierde toda su fortuna; con su fortuna pierde la razón y durante meses vaga como un loco por las calles de la ciudad. Un día se encuentra en la calle a un hombre sin piernas, que sentado en un sillón de ruedas, cantando alegremente, avanzaba impulsando el sillón con sus manos. La vitalidad de ese hombre lo impacta de tal manera que de golpe se le pasa la sinrazón y vuelve a sus cabales.
Con ingenio y obstinación de vanetsí, junta a la familia, a su esposa y a sus cuatro hijas (4), y se dirige a Sudáfrica, al Transvaal, a... juntar diamantes. Pero en el camino, su mala suerte quiere que estalle la guerra angloboer [1902], que hace trizas los sueños de diamantes. Además, ya en camino, en el barco se agrega una hija a su familia.
Nada obtiene del tema de los diamantes. Don Juan se va a la Argentina y se establece en Buenos Aires, donde la suerte le sonríe nuevamente; empieza a fabricar almohadillas de pluma de cisne para las mujeres que se empolvan el rostro y nuevamente se adueña de una gran fortuna. Cuando yo lo conocí en 1937 en Buenos Aires (5), Don Juan tenía 14 hijas (6), un hijo, una gran riqueza y un buen nombre en la plaza.
Y, asombrosamente, tras vivir 40 años en el extranjero (7), no había cambiado en absoluto; seguía siendo un armenio patriota en espíritu y mente, y su lengua exhalaba el aroma de Van con abundancia.
(...) Como he dicho, la mayoría de los vaspurakantsí de Sudamérica son venidos del Cáucaso, habiendo visto las amarguras del bolchevismo y habiendo pasado por la especulación soviética. En Rusia, aprovechándose del desorden bolchevique, habían acumulado y perdido millones. Muchos habían traído dinero consigo, mientras que muchos otros habían venido con los bolsillos vacíos. Pero el vanetsí lo es en todas partes. El comercio forma parte de su esencia más íntima. Tras un breve período de estrechez, se recuperaron, se familiarizaron con el entorno, la lengua local y las costumbres y ocuparon paulatinamente su lugar natural en la plaza. Inclusive inventaron una frase particular que reflejaba las desilusiones y los problemas de la época inicial: «Բուէնոս Այրէս – տեսնես ու այրուես» (8). Muchos se quemaron, pero se hicieron fuertes frente al fuego y salieron más resistentes y emprendedores.
Con pocas excepciones, los vaspurakantsí de Sudamérica, como en otras partes, son comerciantes. Principalmente están concentrados en el barrio de Plaza Once, en el comercio al por mayor, y se ocupan en su mayoría de la venta de telas.
Antes, el Once estaba totalmente en manos de los judíos. Un día entra un vanetsí, lo sigue otro, un tercero y en poco tiempo el Once se “armeniza”. En 1937 ya había unos 50 comerciantes mayoristas y minoristas armenios, de los que una parte importante eran vaspurakantsí: los hermanos Barceghián, Arsén Melikián, los Hospanosián, Sinanián, Der Avedisián, Vartabedián, Terlemezián y otros.
El editor de un periódico judío de Buenos Aires decía con asombro durante un encuentro: “¡Qué vivos que son estos armenios! Nosotros creíamos que los judíos éramos nosotros, pero los verdaderos judíos fueron los armenios. En diez años arrebataron al Once de las manos de los judíos.”
En verdad, al pasar por los negocios de las calles Larrea y Lavalle es común escuchar el idioma armenio, a menudo con acento vanetsí. El 28 de mayo flamea gallardamente la bandera tricolor sobre los negocios armenios e, imagínense, ni Armenia se viene abajo ni la vida de los armenios de la Argentina se convierte en un caos.
Por supuesto, no puedo citar cifras ni hechos, pero puedo decir que, como todos los armenios, también los vaspurakantsí tienen un buen nombre en los ambientes públicos y mercantiles de la Argentina, se los considera trabajadores honestos y ciudadanos útiles para el país.
En la vida pública de la comunidad los vaspurakantsí, con su participación activa y entusiasta, ocupan un rol principal en los planos eclesiástico y educativo, así como en las actividades culturales y en la F.R.A. y la Cruz Roja Armenia (9). En la vida social puede decirse que son como la levadura: en todas partes constituyen el fermento de la vitalidad comunitaria.
Por supuesto, no se olvidan de los problemas y las disputas partidarias. Aunque generalmente hablando el vanetsí es vanetsí, cuando la cosa se refiere a los temas nacionales, el ramgavar es ramgavar, el henchakián es henchakián y el tashnagtsagán es tashnagtsagán; es difícil que encuentre el punto de conciliación. Como en todas partes, son mayoritariamente tashnagtsagán y desempeñan un rol destacado en el partido.
Sin lugar a dudas, la columna vertebral de la comunidad de Sudamérica está constituida por los cilicianos (Marash, Aintab, Zeitún, Adaná, Alepo), ese elemento de la armenidad asombrosamente resistente, inteligente y pragmático. Los de Esmirna tienen una posición envidiable, brillan en el comercio por mayor y en la industria, pero los vanetsí tienen su lugar particular, en especial en la vida comunitaria. Lamentablemente, ese elemento activo y constructivo, rico en savia vital y virtudes nacionales, está desconectado de la tierra patria.
Un día llegará, por supuesto, en el que las puertas de la patria se abrirán de par en par ante todos los armenios; y ese día, sin dudas, los vaspurakantsí serán los primeros, sin dudas, en sacudirse el polvo del exilio y moverse hacia el monte Varak, que los espera con nostalgia e impaciencia. Ese día llegará y, quién sabe, quizás no esté tan lejos...



(1) La referencia es, por supuesto, a Mëgërdich Binayán (1858-1937), quien adoptó el nombre de Juan Binayán al llegar a Chile en 1890. No sabemos por qué Vratzián, quien conoció de cerca a Binayán, utiliza la grafía “Benneyán” como apellido y la forma abreviada “Benne”.
(2) Mëgërdich Jrimián (1820-1907) fue uno de los precursores del movimiento de liberación armenio del siglo XIX, llamado “Hairig”, elegido Catolicós de Todos los Armenios (1892-1907). Mëgërdich Portugalián (1848-1921), otro de los precursores, fue el editor del periódico “Armenia” de Marsella.
(3) Según las notas biográficas compiladas por su nieto, el historiador Narciso Binayán Carmona (1928-2008), M. Binayán se marchó de Van en 1874 y, además de estar durante algunos años en Odesa, también vivió en Constantinopla, el norte de Africa y Marsella antes de afincarse en América del Sur.
(4) El autor omite mencionar a su único hijo, el futuro historiador Narciso Binayán (1896-1970), quien había nacido en Chile.
(5) Vratzián visitó la Argentina entre mayo y octubre de 1936.
(6) En realidad más de 60, como se ha explicado en la nota 3.
(7) Juego de palabras intraducible entre «Այրէս» (“Aires”) y «այրուես» (airvés, “que te quemes”). Literalmente, “Buenos Aires, que la veas y te quemes”.
(8) Nombre de la Sociedad Armenia de Beneficencia (H.O.M.) desde su fundación en 1934 hasta la década de 1950.

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