22.11.12

Eghishé Charénts y el duelo por Kars: la novela "País de Nairí"

Vartán Matiossián


La compleja poesía de Eghishé Charénts (1897-1937) [1], el poeta más importante de Armenia en el siglo XX, halló su punto álgido en Libro del camino, su último volumen, tildado de “nacionalista” tanto por el “establishment” literario y político soviético como antisoviético. Es interesante remarcar que el libro fue inicialmente prohibido en 1933, y sólo tras la remoción de ciertos poemas objetados por la censura fue publicado en 1934 con fecha del año anterior[2]
No obstante, algunos de los poemas publicados en la primera parte del libro fueron los que provocaron la controversia: “Por las encrucijadas de la historia”, una meditación sobre el conjunto de la historia armenia, y “Visión de la muerte”, dedicado al período crítico de fines del siglo XX y principios del XX. El tercer poema fue “Mensaje”, una pieza de aparente propaganda soviética con un acróstico que dice: «Ով հայ ժողովուրդ, քո միակ փրկութիւնը քո հաւաքական ուժի մէջ է»¦ (“Oh pueblo armenio, tu única salvación reside en tu fuerza colectiva”).
Sin embargo, ninguno de estos poemas resiste una interpretación “nacionalista”[3]. Para entender las razones, tenemos que remontarnos a la novela de Charénts, País de Nairí (Երկիր Նայիրի, Yerkir Nairi), publicada en forma de libro en 1926, donde desarrolló su propia interpretación del pasado reciente en un tono satírico[4].
El 30 de octubre de 1920, la fortaleza de Kars, la posición militar más importante en Transcaucasia, cayó en manos de las fuerzas turcas casi sin resistencia. La guerra armenio-turca llegaba a su fin. Era también el principio del fin para la primera República de Armenia (1918-1920), que un mes después sería sovietizada. Era también el final de seis años de sueños para los armenios del Cáucaso, después de la formación de los batallones de voluntarios en el ejército ruso y la efímera liberación de Armenia occidental (1914-1916) tras la liquidación casi total en el genocidio que se producía mientras tanto, la independencia casi milagrosa de Armenia oriental en mayo de 1918 y todos los adicionales: tragedia, engaño y muerte.
El duelo por esta catástrofe debía elaborarse. No es mera coincidencia que el prólogo de País de Nairí fuera fechado el 30 de octubre de 1921, en el primer aniversario de la caída de Kars.
Charénts había nacido y vivido en su ciudad natal hasta 1915 y, tras retornar por última vez en 1919, permaneció allí hasta principios de 1920. Kars lo había alimentado durante tres cuartos de su vida; la había abandonado en pos de la ilusión de la liberación de la patria como tantos otros armenios y sólo había obtenido a cambio un puñado de sueños deshechos, la mitad vacía de un país perdido, una ciudad natal igualmente saqueada y perdida. Tenía que testimoniar el desastre para deshacerse de la culpa del sobreviviente.
La manera increíble en la que Kars había caído era suficiente para enardecer a cualquiera. Las mejores fortificaciones de la región habían sido entregadas casi sin lucha. Era la segunda vez que sucedía algo similar: la primera había sido en abril de 1918. El lector más casual que tenga una breve noción de la historia armenia advertirá que País de Nairí, cuya escritura Charénts había comenzado seis meses después del final del levantamiento antibolchevique de febrero-abril de 1921, que por un breve período había expulsado del poder al régimen soviético, es una poderosa crítica dirigida a la Federación Revolucionaria Armenia, el principal partido nacional, que había gobernado la república independiente durante sus treinta meses de existencia. Se buscaba con suma urgencia un chivo expiatorio.
Decir que la novela es simplemente un texto partidista, sin embargo, sería una simplificación. El poeta había comenzado, bastante antes, a elaborar una visión personal de la historia armenia y de los acontecimientos de su pasado reciente. Al anotarse como voluntario, había volcado su idealismo en el poema “Patria de ojos azules”. Luego había sobrevenido una profunda desilusión y colapso espiritual, al ser testigo ocular de los horrores del genocidio armenio y la guerra en su primer gran poema, “Leyenda dantesca”, escrito en 1915-1916.
El romanticismo juvenil evolucionaría en un estilo más definido a través de un poema poco conocido, “Sueño nacional” (1917-1918), que contiene un tema que Charénts desarrollaría luego: la crítica a la dirigencia política embozada bajo una cubierta satírica. Pero el autor no duda de la sinceridad y el patriotismo de los dirigentes. Sólo los critica por su ineptitud, cuyo trágico desenlace denuncia. Es por esto que lo caracteriza como un “poema satírico y trágico”.
País de Nairí surgió como reacción a la vergonzosa caída de Kars, en octubre de 1920, y al ruinoso tratado de Kars, el 13 de octubre de 1921, firmado por Turquía, Rusia Soviética, y las repúblicas soviéticas de Armenia, Georgia y Azerbaiyán, que consagró la pérdida a manos de Turquía de territorios de Armenia oriental, la entrega de Najicheván a Azerbaiján, la renuncia a toda reclamación irredentista de los territorios de Armenia occidental y la reducción de Armenia a sus fronteras actuales. Mientras tanto, Charénts había abrazado el comunismo, pero esto no obstaculizaría el desarrollo de sus concepciones sobre la realidad armenia. Se embarcó en la escritura de su novela para probar la veracidad de un argumento, explayado en el prefacio: “Quizás es cierto que Nairí es un espejismo; una ficción; un mito; una alucinación; una enfermedad del corazón...” [5]. En el prólogo a la segunda parte, agregó:
 “Y en ese momento, al final de mis esfuerzos, como un muerto sagrado y amado, ¿volverá el País de Nairí a formar una imagen? Este País de Nairí que intento colocar en un cementerio, y es por eso que estoy cargando el ataúd de mis pensamientos, construido con mis palabras; lo estoy transportando a costa de mi vida, porque es necesario cargarlo. ¿Acaso no es necesario enterrar todos los muertos, por más amados y familiares que sean? Caso contrario, finalmente habrán de pudrirse, hórridos y pestilentes, y entonces hasta el amante se verá privado de sus adorados restos” (PN, 68).
La primera parte de la novela está escrita en un tono de parodia que desficcionaliza “esa vieja ciudad nairiana [que] en todo aspecto recordaba a todas las ciudades nairianas, viejas y nuevas; era pequeña, despoblada, decrépita y polvorienta” (PN, 2). Desde el primer momento, se trata de un lugar (siempre anónimo en la novela) claramente ajeno a cualquier proeza heroica.
En su mezcla de risa sarcástica y observaciones amargas, comentarios irónicos y estallidos poéticos, la novela sigue de cerca los acontecimientos de Kars durante 1913-1918. Por supuesto, no hay fechas ni se trata de una novela histórica. Presenta una serie de pintorescos antihéroes sacados de las calles y de la alta sociedad, de la clase mercantil y política. Comen y beben, tienen esposas y amantes, se enfrascan en intrigas rastreras, juegan a los naipes e intercambian chismes. Nada queda por hacer en el mundo cerrado de la ciudad provincial. Al iniciar la segunda parte, Charénts advierte al lector:
“Pero en esta ocasión, una vez y para siempre, estoy obligado a decir que en esta, mi novela, no hay y probablemente no habrá un solo ‘héroe’, y no soy, creo, quien debe ser culpado por esta circunstancia infortunada, sino esa ciudad nairiana, porque -- qué, qué ‘héroes’ podían salir, digamos, del general Alosh o de Hamó Hambardzumovich—Mazutí Hamó...” (PN, 69).
Esta cuestión es importante, porque el autor ya ha declarado en el prefacio que “en esa vieja tierra muchas personas comunes han vivido en el pasado y viven hoy con las trazas comunes de la gente de todas partes” (PN, XIII). Está a punto de enterrar el cadáver de Nairí y mostrar que no había nada glorioso en esa muerte, porque la gente continuó siendo común a través de todas las tribulaciones, incluso cuando fingió o trató de comportarse heroicamente. La narración desacraliza tanto el país como a la gente.
En la segunda parte, Nairí es un “sueño”, un “fantasma” que debe ser hallado, y los habitantes de la ciudad nairiana se lanzan a la tarea de cumplir ese objetivo. Ha comenzado la Primera Guerra Mundial tanto en Europa como, un poco más tarde, en el frente caucásico. Después de un vibrante discurso patriótico, Mazuti Hamó, el principal dirigente de la ciudad, hace un llamado a enrolarse en el ejército de voluntarios. Un batallón llega y parte hacia el frente.
En las primeras páginas de la tercera parte, el autor muestra los resultados de su búsqueda: “Nairí está ahí y no está ahí” (PN, 148). Está ahí porque todos los personajes eran personas reales, pero no está ahí porque no se la encuentra en ningún mapa actual, sino solamente en el cerebro de Mazutí Hamó. De hecho, agrega el escritor, todos los personajes de la novela vivían en ese cerebro, Hamó incluido. Por lo tanto, todos los nairianos, Charénts entre ellos, no han vivido y caminado en una ciudad real, sino en una ilusión, y su vida ha sido simplemente un “dolor cerebral” y una enfermedad del corazón.
El narrador está condenado a describir el camino hacia el desastre. Narra las consecuencias de la revolución rusa de febrero de 1917 en Kars. El gobierno zarista es reemplazado por una administración armenia dirigida por la “Sociedad” (en la novela, la Federación Revolucionaria Armenia). Mazutí Hamó se convierte en presidente del Consejo Municipal; el camarada Varodián es nombrado jefe de policía (más tarde, comandante de la Fortaleza) y Serge Kasparich, el doctor, se transforma en comisario de distrito (posteriormente, presidente del Supremo Tribunal Militar). La novela entra en una esfera de chismografía alucinante y de afirmaciones surrealistas.
El desastre se apodera de la ciudad a causa de dos errores, afirma la novela: primero, Hamó va a organizar la resistencia en las “zonas ocupadas”, lo que desencadena la desorganización, y segundo, nadie toma medidas enérgicas para controlar a quienes promueven disensiones y deserciones (los adversarios de la “Sociedad”). Como vemos, Charénts culpa a ambos sectores, la F.R.A. y los bolcheviques.
Finalmente se erigen tres postes de telégrafo para colgar a los desertores. Cuando Hamó vuelve, el enemigo ha superado la resistencia del ejército nairiano y casi ha llegado a las puertas de la ciudad. En medio de una terrible confusión, la gente trata de huir, los soldados desertan en masa, los negocios son destruidos y los edificios entregados al fuego. La ciudad está condenada. Al final, el enemigo entra, masacra a la población remanente y captura a Mazuti Hamó, al camarada Varodian y al doctor Kasparich, quienes habían permanecido en la fortaleza aguardando su destino. He aquí el epílogo de la novela:
“(...) Pero dos días después, en una impía traición, fueron entregados a las hordas de irregulares de su enemigo que los apalearon horriblemente y luego los ahorcaron. El camarada Varodián fue colgado a la derecha, el doctor a la izquierda, y entre ellos, en el centro, Mazutí Hamó. Y para completar el salvajismo, la horda clavó una tabla en el medio del tercer poste, justo sobre la cabeza de Mazuti Hamó, con la inscripción --imagínense-- en letras nairianas:
M.H.R.N.
lo que significa: ‘Mazutí Hamó, Rey de Nairí’” (PN, 220).
Este epílogo --un eco bastante próximo de la caída de Kars en 1920-- ha sido objeto de variadas interpretaciones. Es cierto que, si los ideales de Mazuti Hamó no hubieran sido sujetos a un sarcasmo y a una negación tan pronunciados, sus acciones en la tercera parte podrían calificarse como heroicas y su muerte, como una tragedia. Pero Charénts recurre a la prosa satírica --de la que está ausente la alegría del triunfador-- para dejar bien claro que está muy lejos de crear un héroe o una tragedia. De esta manera, crea un género novedoso: la sátira trágica.
Podemos decir que Mazutí Hamó es sacrificado, como Cristo, en nombre de la purificación y de la renovación. Su muerte produce algo nuevo: Nairí se convierte en Hayastán = Armenia. La realidad reemplaza al mito. Además, el escritor es redimido de la promesa incumplida ya mencionada en el prefacio.
Es interesante mencionar que la última vez que el narrador menciona sus propio paradero es al decir que “muchas aguas habían corrido sobre esa ciudad nairiana y en general sobre Nairí y el mundo durante el año en el que estuve ausente de esa ciudad y de Nairí (...)” (PN, 189). Ya no vuelve a mencionarse a sí mismo, por lo que suponemos que implica haberse quedado en la ciudad hasta el final. De alguna manera, podemos identificarlo también con el ahorcamiento de Mazuti Hamó, porque si el cerebro de éste era la personificación del mito de Nairi, entonces su muerte fue el final del mito en la mente de Charénts. Citemos su declaración al lector de la novela: “ (...) Tal como Mazutí Hamó me ha engañado por años, los ha engañado a ustedes, vivieran o no en la ciudad que hemos descrito; los ha engañado, ha nublado sus ojos y ustedes no se han dado cuenta (PN, 152)”.
El escritor pone el último clavo en el ataúd de Nairí en su epílogo. Afirma que después de una investigación ha advertido que Nairi no era un goyakán (գոյական)« “sustantivo”, que también es un juego de palabras, pues goyakán también significa “existente” y proviene de goy (գոյ¤, “existencia”, sino un mazutí hamoyakán (մազութի համոյական = “relativo a Mazutí Hamó”), es decir, “inexistente”. Citemos: “Creo que aquí necesitamos un doctor, una pinza quirúrgica o una lanceta y no gramática” (PN, 222). ¿Por qué? Para asegurarse de que el “dolor cerebral” y la “enfermedad del corazón” hayan sido curados:
“(...) Una cosa nos queda clara, y esa simple cosa es que por largo tiempo la historia, el más genial de los médicos (...) ha puesto en práctica ese medio mencionado antes [la pinza quirúrgica. V.M.] y no creemos que esos intentos de la historia hayan sido infructuosos; es verdad que la sangre ha corrido en abundancia, pero muchos de los sobrevivientes ya están libre de ese dolor cerebral y enfermedad del corazón, y hoy están construyendo su país (...)” (PN, 222-223).
De esta manera, Charénts lamenta la pérdida de Kars y elabora parcialmente su propio duelo a través del entierro de Nairi. La historia entierra el mito. Se refiere por supuesto a la Historia (Պատմութիւն« patmutiún) con “H” como el curador final de las heridas de toda una nación. Pero, ¿qué hay de պատմութիւն en el otro sentido, es decir, “historia” con minúscula? Al narrar la historia de la caída de Kars, Charénts se convierte también en un sanador. A través suyo, la literatura es trifuncional: desempeña los roles de cronista, lamentadora y curadora. Por supuesto, la sanación es una consecuencia de la lamentación, y uno no puede estar seguro de que la cura haya sido total. Los poemas históricos de Libro del camino (1933) muestran, en realidad, que el escritor todavía tenía mucho por decir sobre el pasado reciente. Pero esa es otra historia.

"Sardarabad", 24 de octubre de 2012


[1]Para una introducción a su obra, remitimos al lector a Eghishé Charénts, Libro del camino, selección y traducción de Vartán Matiossián, Buenos Aires, 1987, que incluye una bibliografía en idiomas occidentales.

[2]Esta es la versión revisada de una ponencia presentada en las Primeras Jornadas de Estudios Orientales (Universidad del Salvador, 20 y 21 de diciembre de 2004) y publicada en la revista Transoxiana (www.transoxiana.org).

[3]Cf. Vartán Matiossián, “‘Our Gloomy Road’: Yeghishe Charents and a ‘Nationalistic’ Interpretation of Armenian History”, en Marc Nichanián y Vartán Matiossián (eds.), Yeghishe Charents: Poet of the Revolution, Costa Mesa (California), Mazda Publishers, 2003, p. 262-283.

[4]Cf. Vartán Matiossián, "Charents: Mourning the Loss of Kars", en Richard Hovannisián (ed.), Armenian Kars and Ani, Costa Mesa (California), Mazda Publishers, 2011, p. 319-346.

[5]Eghishé Charénts, Երկիր Նայիրի ¥País de Nairí), Ereván, Editorial Estatal, 1926, p. XIII. Las referencias aparecen en el texto con la sigla PN, seguida por el número de página.

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